miércoles, 14 de febrero de 2018

Te casarias con un cerrajero


 
Nunca nunca nunca os caséis con un CERRAJERO, os lo digo yo, que sé de lo que hablo. Qué bonito es el amor, sí. Qué bonitas las bodas, la vida de pareja, tener hijos... Precioso, claro, hasta que descubres que tu marido es un cerrajero entregado, que sólo tiene un verdadero amor en su vida: su trabajo. El día que conocí a mi marido, hace ya once años, yo soñaba con casarnos y formar una familia tradicional. 
Soy una mujer clásica y tradicional, sí, de esas que ya van quedando cada vez menos. Mis padres eran clásicos y tradicionales también, y me dejaron en herencia los valores clásicos y tradicionales. Por eso, después de cuatro años de novios, mi esposo Luis y yo nos casamos por la Iglesia, como debe ser. Fue la boda más bonita del mundo. Aún lloro cuando recuerdo aquel momento en que mi padre se puso a cantarnos el “Oh sole mío” en el altar. 
Tuvieron que darme un valium para que me pasara el ataque de llanto que me produjo la gran emoción que sentí en aquel instante. Todo salió a la perfección y tuvimos cerca de novecientos invitados. Si yo hubiera sabido que la felicidad de ese día iba a durar tampoco, no me habría casado con Luis, pero claro ya sabe una como son los hombres en esos momentos de maravillosos. Tardé muy poco en darme cuenta de que vivir con un cerrajero no era como yo lo había imaginado. Todo el día hablando de cosas extrañísimas como bombillos, amestramientos, llaves maestras, antiladrones, borjas, cilindros... 
Y una sensación total de falta de intimidad, porque sabes que tu marido puede abrir cualquier puerta en cualquier momento y pillarte allí dentro haciendo vete a saber qué. Y luego están las noches en que tiene guardia. Pueden llamarlo en cualquier momento y a cualquier hora de la madrugada y tiene que desplazarse a los sitios más extraños. Así no se puede tener vida marital, porque claro, si lo llaman, como es una emergencia, tiene que dejar lo que esté haciendo y salir corriendo. Si mi marido fuera un policía o un bombero, lo entendería, pero a mí nadie me explicó que estas cosas pasarían cuando estuviera casada con un cerrajero. 
 Lo peor de todo es que mi hijo pequeño Luisito, quiere ser de mayor cerrajero como su padre y no quiero ni oir hablar de estudiar una carrera. Y es lo que me faltaba ya, tener dos cerrajeros en la familia. Yo quiero que mi hijo sea abogado y que se case con una chica clásica y tengan una familia tradicional. Pero claro, a mí es que nadie me hace caso nunca, porque lo mío no es importante.

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