La presentación de unos libros
Para mi que las bodas han pasado de una celebración entre amigos y familiares, a un negocio de lo más estudiado, donde los vamos a llamarle invitados a la boda, buscan las más peregrinas excusas para eludir la invitación, pero para estas excusas estoy preparando una entrada que publicaré más adelante.
Hoy me quiero centrar en los regalos que se hacen a los contrayentes, y a quien inventó la idea esa conocida como "lista de boda", que consiste en una lista de deseos de cosas que me gustaría tener, y que te dejo en tal establecimiento. La idea en si no es mala. Imaginemos que los novios necesitan una lavadora para su nueva casa, y cuatro familiares les regalan otras tantas lavadoras, mientras que si la gestión de esa lista la lleva un establecimiento comercial, al segundo comprador o más bien regalador de lavadoras, le dirían que no, que ya se les ha adelantado el tío Julián, para así contribuir eficazmente a las relaciones de paz y armonía entre los miembros de la familia (aquí obviamente, estoy de guasa).
Yo soy bastante curioso y además tengo mucho tiempo libre, por lo que con una cierta periodicidad acudo a pasear por un conocido centro comercial cuyo nombre voy a omitir, y curioseo por las distintas listas de boda que allí tienen. No son accesibles fácilmente, pero basta con preguntar por la boda de Cármen por ejemplo, para que sobre la marcha te ofrezcan las cuatro o cinco Cármenes que tienen, para que elijas la adecuada, no vaya a ser que hagas un regalo a una Cármen distinta a la que tenías pensado.
Ni un libro. Los novios no desean libros, o bien ya los tienen, pero me extraña que de tantas listas de boda como las que he curioseado, a nadie se la haya ocurrido desear al menos uno, y eso que yo suelo leer los de Signo Editores en Axesor, pero es que ni por esas...
¡Más lectura es lo que nos hace falta a todos!
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