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viernes, 23 de mayo de 2014
Y si la novia se queda atrapada en la peluqueria
No me gustan mucho las bodas, pero cuando supe que mi amigo David se casaba por fin, fui la primera en apuntarme. Recibí con sorpresa la invitación a su boda, porque David siempre había presumido de que no se casaría nunca. De hecho, solía hacer apuestas con sus amigos a ver quién se casaba primero, porque él desde luego no iba a hacerlo... Pero estos que hablan mucho, son los peores y los que al final caen en la trampa. Lo más curioso es que se iba a casar con Lucía, su amiga de la infancia de toda la vida y con quien menos podríamos imaginar que iba a casarse. Para el tema de los regalos no me rompí la cabeza y acepté su sugerencia de recurrir a la clásica lista de bodas.
Yo es que soy un desastre para elegir regalos. Nunca acierto y si lo hago, suelo comprar un libro repetido, un CD que ya tienen, una camiseta que su madre le regaló justo el día antes... Creo que tengo lo que se da en llamar cierto “gafe” para estas cosas. Con la lista de bodas, no habría error posible. La boda fue muy bonita y todo salió bien, pero no puedo parar de reirme cada vez que recuerdo la anécdota de la peluquería que se produjo la misma mañana del día de la boda, y que de no ser por la empresa de cerrajeros de Zaragoza que acudió en ayuda de la novia, es muy posible que el enlace no se hubiera podido llevar a cabo. Como todas la novias, Lucía quería estar guapísima en su boda.
Así que esa misma mañana tenía cita en la peluquería para hacerse un recogido. Era sábado y la peluquería cerraba los sábados, por lo que lo que ella era la única cliente, y la peluquera la atendió todo el tiempo con la puerta cerrada. Después de dos horas, el trabajo quedó terminado y cuando la dueña de la peluquería se dispuso a abrir la puerta abrirle a Lucía y a despedirse de ella, giró la llave en la cerradura y la llave se partió dentro. Entre los nervios del evento y que se hacía tarde, Lucía empezó a llorar y llamó a David explicándole la sucedido, al borde de un ataque de histeria.
Él la llamó como pudo, salió de casa y buscó a unos cerrajeros que hacía un par de años le habían abierto la cerradura de su coche, porque unos ladrones se la forzaron. Lucía ya pensaba que se iba a quedar sin boda, allí encerrada todo el día. La peluquera hizo todo lo que pudo, pero no consiguió abrir. Por suerte, los cerrajeros son unos magníficos profesionales que están ahí para solucionar, muchas veces, los grandes problemas de nuestras vidas.
Y en efecto: fue un cerrajero el que se presentó al cabo de un rato con David en la peluquería, desplegó sus herramientas misteriosas y en seguida abrió la dichosa puerta. Y por fin David y Lucía pudieron ser felices y comieron perdices el día de su boda.
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